Pronunciación: /ˈwɜːkɪŋ pʊə/
Cuando
Adán y Eva fueron expulsados del paraíso al descubrirse que estaban cobrando la
prestación de desempleo (“unemployment benefit”) pese a tener abierto
una asesoría jurídica, fueron condenados a tener que trabajar con el sudor de
su frente. A ese sudor se le llamó “empleo” y en aquella época con el sueldo de
cazador de diplodocus se podía pagar la vivienda, el trineo con perros e incluso
mandar a los hijos a estudiar con Platón y Pericles de los Palotes. No había
problema para llegar a final de mes (“to make ends meet”).
Con
los años y tras siglos de evolución hemos llegado a perfeccionar la condena
bíblica del trabajo y ahora ya hay muchos que pese a trabajar no ganan lo
suficiente para llevar una vida digna. Esta gente son los que llamamos “working
poor”, gente que tiene un trabajo a media jornada (“part-time jobs”),
o que tienen pluriempleo (“multiple jobs”) y con eso no pueden hacer
frente al pago de la vivienda (“housing”) ni a las facturas que les
llegan a final de mes.
Este
efecto del “working poor” se da especialmente entre aquellos que
trabajan en la economía sumergida (“informal economy”) es decir, sin
contrato o sin pagar impuestos, y entre las familias monoparentales (“single-parent
families”) donde uno solo ha de hacerse cargo de todos los gastos y de la
educación de los hijos.
Ejemplo de uso: “The
President believes the initiative will succeed in helping working poor families.”
(“El
presidente cree que la iniciativa tundra éxito en ayudar a las familias de
trabajadores pobres.”)
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